Esta columna fue escrita por el columnista invitado César Piñeros.
En los últimos días, diversos sectores y medios de comunicación han discutido la posibilidad de una escasez de gas en el país a partir de 2025. En este contexto, el presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa, aseguró que el país no enfrentará una falta de gas y que el gobierno pondrá en marcha una serie de medidas para prevenir dicha escasez. Sin embargo, advirtió que inevitablemente se producirá un aumento en las tarifas de energía.
La demanda de gas en Colombia
Hace unos años se habló del gas como el recurso energético de la transición. Sin embargo, hoy vemos la caída en su producción y una alerta por insuficiencia energética en el país que anticipa una mayor importación de gas y la consecuente preocupación de la industria. Dada la importancia del gas en la matriz colombiana y su impacto en la cadena de valor productiva del país, si habrá o no gas y cómo se garantizará el recurso tiene en vilo desde productores hasta usuarios finales, pues saberlo escaso tiene un impacto económico para todos.
Para comprender el contexto actual del país en materia de gas, y lo que podría venir, es fundamental examinar la matriz de oferta y demanda de gas natural en Colombia. Empecemos con la demanda esencial de gas según lo establecido en el Decreto 2345 de 2015. Esta demanda esencial incluye: (i) el gas natural es necesario para la operación de las estaciones de compresión del Sistema Nacional de Transporte (SNT); (ii) el gas natural para usuarios residenciales y pequeños usuarios comerciales conectados a la red de distribución; (iii) el gas natural comprimido vehicular (Gncv); y (iv) el gas natural destinado a las refinerías, excluyendo el que se utiliza para la autogeneración de energía eléctrica que puede ser reemplazada por energía del Sistema Interconectado Nacional.
Esta definición se relaciona con las decisiones y estrategias que se implementan para garantizar el suministro de gas en el marco de la política pública y su impacto en la industria. Además, resalta las señales que esta política envía a los agentes de la cadena de valor. Resulta difícil imaginar un escenario sin este energético fundamental.
Las alternativas que se han planteado
En años anteriores, la industria expresó su inconformidad por depender de plantas de regasificación, como Spec, un terminal de importación y regasificación de gas natural licuado, para abastecer al sector termoeléctrico. Esto se debía al elevado costo del gas importado en comparación con el gas producido localmente.
Sin embargo, en la situación actual, esta opción parece ser una de las alternativas más viables a corto plazo frente al déficit de gas producido a nivel nacional. Esto, teniendo en cuenta que el presidente de Ecopetrol dijo que: “En 2026 faltarían 250 Gbtu por día, en 2027 serían de 306, en 2028 de 328 y en 2029 llegaría a un máximo 355 Gbtu por día, vale la pena destacar que la demanda actual de gas es de cerca de 1.000 Gbtu por día”.
Según Ecopetrol, el gobierno está evaluando un ajuste regulatorio para que la Planta de Gas Natural Licuado (LNG) de Spec pueda proporcionar un excedente cercano a los 50 Gbtud, siempre y cuando se mantenga la firmeza en el suministro de energía eléctrica y se cumpla con el cargo por confiabilidad en condiciones normales. Esto no considera situaciones climáticas extremas y cambiantes, como las que estamos enfrentando actualmente. A pesar de esto, es importante recordar que Spec es un gas destinado exclusivamente al sector termoeléctrico, un sector clasificado como de demanda no esencial. Sin embargo, durante el pasado fenómeno de El Niño, fue precisamente este sector el que proporcionó la confiabilidad necesaria para el sistema eléctrico colombiano.
No es claro qué pensaban quienes en su momento argumentaron que no era necesaria otra planta de regasificación debido a su alto impacto en la cadena de suministro y al costo adicional que supondría para los usuarios. Ellos confiaron en que la producción nacional de gas iba a cumplir con las expectativas. Hoy nos encontramos en una situación irónica: no solo no se ha incrementado la producción nacional, sino que tampoco contamos con la planta de regasificación de gas importado. Como resultado, los costos seguirán aumentando de todas formas.
También surge la posibilidad de considerar otras plantas de LNG operadas por agentes privados, desde el sur hasta La Guajira. Sin embargo, el costo de oportunidad para estos privados de suministrar gas en 2025 y en los años siguientes podría estimarse entre un 40% y un 60% más alto que los precios actuales del gas importado.
Ahora, consideremos la posibilidad de importar gas desde Venezuela. Existe un contrato vigente entre Ecopetrol y Petróleos de Venezuela S.A. (Pdvsa) que lo permite, y esta opción podría beneficiar al interior del país al ofrecer una solución rápida y eficaz. Sin embargo, no está claro si la integridad del tubo y la calidad del gas importado cumplirían con las normativas de transporte. Según los expertos, validar estas condiciones podría llevar al menos un par de años, sin contar los posibles altibajos políticos que podrían desestabilizar esta alternativa.
Estoy convencido de que, al final de implementar las estrategias, incluyendo cambios regulatorios, puertos privados de LNG, Soaps, redireccionamientos en los flujos de gas y otras medidas, se dispondrá del gas necesario para cubrir la demanda en 2025. No obstante, persiste la incertidumbre sobre el suministro para los años siguientes. Esto obliga a cada elemento de la cadena productiva a evaluar cómo dicha incertidumbre afectará sus procesos y a ajustar los precios para que los usuarios puedan racionalizar el uso y consumo de este energético. En última instancia, independientemente de la estrategia adoptada y aunque no haya escasez de gas el próximo año, mientras persista la incertidumbre sobre la producción local y la importación de gas, se aplicarán las leyes económicas: ante la escasez, los precios aumentarán y afectarán a todos los usuarios de gas en el país.
Adicionalmente, me surge la pregunta sobre si las políticas energéticas son seguras, suficientes y confiables. ¿Están diseñadas para el corto o el largo plazo? Y al considerar conceptos de descarbonización, ¿se está teniendo en cuenta que las matrices energéticas deben ajustarse a la realidad de cada país? Para lograr crecimiento en cualquier sector económico, necesitamos asegurarnos de contar con el energético adecuado a costos competitivos para todos.
Cuando se publique este artículo, ya estarán disponibles los pronunciamientos sobre políticas públicas, planeamiento energético, producción y reservas, transporte y distribución, así como sobre la industria y los mecanismos de comercialización de gas. Solo faltaría conocer el pronunciamiento de los usuarios finales, quienes, dependiendo del sector de consumo, la región y los subsidios aplicables, enfrentarán el impacto de estos incrementos de precios, que podrían oscilar entre el 20% y el 40%.
Los responsables de la política energética del país y los actores del mercado del gas deben reflexionar sobre las necesidades urgentes de Colombia en términos de productividad y sobre el papel crucial del gas como motor o fuente vital para el desarrollo. Y examinar si las medidas adoptadas representan el camino correcto o si, en realidad, se trata de meros discursos políticamente correctos.