La reversión del gasoducto norte apuntala el vínculo con la región.
Los últimos informes de BP y la Agencia Internacional de Energía revelan un mundo donde la transición avanza, pero más lentamente. El país, impulsado por Vaca Muerta, sería la única economía de Sudamérica con un crecimiento significativo de su producción gasífera.
Hay transiciones que no son líneas rectas, sino pulsos; mareas que van y vuelven. BP lo deja claro al revisar su proyección: la demanda global de petróleo será más persistente de lo que se creía hace apenas un año. El consumo se mantendrá estable en esta década, tocará su techo hacia 2030 y comenzará un descenso lento, más lento que el anticipado en 2024.
En 2050, el mundo todavía demandará unos 83 millones de barriles diarios, un 6% más de lo previsto en el Outlook anterior. La electrificación avanza, sí, pero con menos velocidad en los países desarrollados, mientras que India y el Sudeste Asiático sostienen una demanda dinámica y un sector petroquímico robusto.
La geopolítica, con sus tensiones renovadas, empuja a los Estados a privilegiar la seguridad energética por encima de transformaciones abruptas. El resultado: una transición más cautelosa, más heterogénea, más larga.
Si el petróleo retrocede con lentitud, el gas natural directamente prolonga su propio ciclo. Según BP, su demanda crecerá hasta mediados de los años 2040, alcanzará un nivel 20% superior al de 2023 y quedará estabilizada en un punto más alto que el previsto en 2024.
El GNL se vuelve la arteria global del abastecimiento: Europa y Asia compiten por cargamentos “seguros”, expanden terminales, aseguran contratos. Para 2050, el comercio internacional de GNL habrá crecido un 74%.
En ese contexto, el informe de Economía & Energía (E&E) que dirige Nicolás Arceo, la ventana argentina se abre con nitidez: la posibilidad concreta de convertirse en plataforma exportadora, apalancando uno de los reservorios no convencionales más grandes del mundo.
El World Energy Outlook 2025 de la IEA va incluso más lejos: bajo su escenario de políticas vigentes, la demanda global de petróleo no caerá, sino que aumentará un 13% hacia 2050.
China dejará de traccionar el crecimiento, pero India tomará la posta: su consumo casi se duplicará, empujado por movilidad, petroquímica y aviación. Las economías desarrolladas, mientras tanto, seguirán recortando su uso de combustibles fósiles.
El gas natural, por su parte, superará al carbón en 2035 y será el segundo combustible más demandado del planeta. Dos tercios de esa demanda provendrán de economías emergentes.
Sudamérica: el rol de Argentina
Mientras BP y la IEA muestran un panorama global donde Medio Oriente y Estados Unidos concentran las expansiones más relevantes, Sudamérica presenta un paisaje desigual. Brasil crece, Guyana sorprende, pero la mayoría de los países proyectan estabilización o declive.
Allí, Argentina rompe la estadística. Según la IEA, será el único país de América del Sur y Central con un incremento significativo en su producción de gas hacia 2035, alrededor del 60%, empujado por el crecimiento no convencional de Vaca Muerta, por la infraestructura que comienza a madurar y por un mercado global que demanda GNL con voracidad. Mientras la región apenas sostiene volúmenes, Argentina se proyecta al mundo.

La expansión de gas que anticipa la IEA coincide con una tendencia regional que, sin Argentina, sería prácticamente nula. Con ella, Sudamérica se reposiciona en un mercado internacional que exige capacidad, estabilidad y visión de largo plazo.
Si el comercio global de GNL se ampliará más de un 60% antes de 2035, el desafío nacional deja de ser geológico y pasa a ser industrial, financiero y diplomático. Gasoductos, plantas de licuefacción, contratos de largo plazo, acuerdos bilaterales, certidumbre macroeconómica.
Argentina aparece, por primera vez en mucho tiempo, no como espectadora sino como posibilidad. En un mundo donde el petróleo demora su adiós y el gas extiende su vigencia, el país encuentra una puerta entreabierta, una chance estratégica.
En un escenario global que se mueve con prudencia y lentitud, Argentina emerge como excepción regional. Allí donde la transición se ralentiza, el gas argentino acelera.








