La transición energética es una realidad. Los países en la COP del anterior año se comprometieron a triplicar su producción de energía renovable a 2030, eliminar los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles y a transitar hacia una era post combustibles fósiles. Las agencias y bancos multilaterales están buscando acompañar a países de todo el mundo a dejar la dependencia de los combustibles fósiles y a instalar la infraestructura para una economía baja en carbono. ¿Qué tan preparado está Colombia?
Colombia se encuentra en lo que círculos académicos han mencionado como un “triple riesgo”, los cuáles son:
- Nuestras exportaciones dependen del carbón y del petróleo.
- Una importante parte de nuestros ingresos fiscales vienen de las regalías, los ingresos del carbón y el petróleo.
- Nuestra economía es altamente dependiente del petróleo, lo cuál nos pone en una situación peliaguda.
Un reciente informe del Fondo Monetario Internacional (IMF por sus siglas en inglés) analiza los potenciales riesgos de los países dependientes del petróleo y éstos son los resultados de Colombia:
- Nuestro petróleo es considerado “costoso” de extraer, por lo que en escenarios de precios bajos por más demanda que oferta (más del 60% del petróleo debe quedarse bajo tierra para cumplir objetivos del Acuerdo de París), no sería nuestro petróleo el que podría venderse (sería más costoso producirlo que venderlo).
- Nuestra economía no está diversificada. En caso de que deje de haber demanda internacional por nuestra “gallina de los huevos de oro” no tendríamos cómo aguantar el golpe.
- Nuestro petróleo tiene una huella de carbono comparativamente baja en su proceso de extracción, por lo que en futuros escenarios puede ser priorizado por importadores por su baja huella de carbono.
Sin lugar a dudas, el IMF en esta ocasión envía un mensaje a los gobiernos para que:
- Reduzcan subsidios a combustibles fósiles e implementen impuestos al carbono a través de toda la cadena de producción.
- Estructuren reglas fiscales y estrategias de inversión para que en un futuro el no contar con ingresos fiscales de combustibles fósiles no sea catastrófico.
Otro informe que leí durante estos días es el de Transforma, donde proyectan el potencial de Latinoamérica para la transición energética, en relación a nuestras reservas de los minerales que son necesitados para la transición (litio, cobalto, cobre, niquel, etc).
Este centro de pensamiento argumenta que Latam está en posición de volverse líder mundial en esta transición, ya que contamos con gran parte de los minerales necesitados a nivel mundial para lograrla. Aunque se ve a Colombia haciendo pasos regulatorios para preparar sus economías para esta transición, de ninguna manera ocupamos posiciones de liderazgo en cuanto a la cantidad de reservas de minerales. Son sobre todo Bolivia, Argentina y Chile quienes parecen ser los países que más se beneficiarán de esta transición, pero nuevamente pareciera que Colombia no cuenta con una ventaja competitiva especial.
Puede que en Colombia encontremos la comba al palo, pero pareciera que la transición energética mundial posiciona a Colombia como un perdedor.
Se habla ahora de Transición Energética Justa, insistiendo en la necesidad de mirar quiénes pueden ser los perdedores de esta transformación, y que en esa dirección tanto los países del norte global apoyen a los del sur como dentro de los países que se apoye a la población vulnerable. Recientemente el gobierno colombiano firmó el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, con la esperanza, algo romántica, de que se logre un acuerdo multilateral en el que las economías más privilegiadas y las principales causantes de esta crisis puedan apoyar a los países menos privilegiados como Colombia. Veremos qué pasa con este esfuerzo.