Desde el 2020 hemos pasado por diferentes pruebas que empiezan por el calentamiento global, la pandemia, las crisis económicas y ahora con el bache social – económico – energético por el que pasa Europa e impacta al mundo.
Todos estos sucesos nos han dejado un término sobre el cual reflexionar e implementar estrategias para garantizar el libre y efectivo desarrollo de las naciones: ‘seguridad energética’.
¿Qué sabemos de seguridad energética?
En un principio se puede entender como la capacidad que tienen los países para responder a la demanda energética vigente y futura de forma tanto confiable como resiliente, resistiendo a cada interrupción o circunstancia que comprometa el suministro.
Tal como lo explicó nuestra presidenta Luz Stella Murgas “para sostener el libre desarrollo de los colombianos y proveer una mejor calidad de vida, es fundamental pasar a una transición energética justa y ordenada. Justa para el bolsillo de los colombianos y ordenada en el aprovechamiento de todos los recursos energéticos disponibles”.
Actualmente, la seguridad energética no solo se piensa en términos de cobertura, también es importante comprender las necesidades del contexto y sus implicaciones. Según el informe final ‘Convenio Especial de Cooperación de Ciencia y Tecnología’ de la UPME, las perspectivas en economía, política, ingeniería, medioambiente y ciberseguridad son clave para garantizar el abastecimiento energético de todo un país.
Con esta perspectiva integral, se busca llegar al fin último: reducir los niveles de pobreza, la desigualdad y las brechas educativas para mejorar la calidad de vida con ambientes sanos e implementación de métodos de convivencia segura.
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¿Qué papel tiene el gas natural en todo esto?
El rol del gas natural es más que importante, estamos en una época en la que hay muchos retos en materia de cambio climático y crecimiento social.
Por un lado, el cambio climático nos ha impulsado a pensar en la transición energética como la principal solución para la reducción de gases de efecto invernadero. En este reto, la aplicación de energías limpias es la principal iniciativa, sin embargo, no son estables y somos todavía muy dependientes de las condiciones climáticas en su desempeño. En estas situaciones, la energía producida con gas natural se convierte en el respaldo que buscará generar el abastecimiento restante cuando las condiciones no favorecen el rendimiento de las energías renovables como la eólica y la fotovoltaica.
También ayuda a reducir las emisiones en las operaciones de combustibles fósiles; antes se desperdiciaba el gas residual de las extracciones, ahora son un recurso muy efectivo en la generación de energía industrial, un ejemplo de ello es la planta de generación a gas de Chichimene en el Meta con la que se reducen más de 44 mil toneladas de CO2 al año.
Por otro lado, tenemos el desarrollo social: hoy más de 10, 4 millones de hogares colombianos cuentan con gas natural y 600 mil vehículos son dedicados a GNV. Son cifras muy altas, cerca del 80% de Colombia cuenta con esta energía limpia y sus beneficios son destacados, reduce en casi 100% las emisiones de material particulado fino, adicionalmente garantiza mejor salud respiratoria al reemplazar recursos nocivos como la leña y el carbón.
En pocas palabras, es la energía de respaldo para la transición energética, mejora la calidad de vida de los colombianos y es fundamental en la ruta a la carbono neutralidad. Cabe destacar que también es la materia prima de energías con cero emisiones como el hidrógeno azul.
El gas natural también es la energía del futuro
¿Todas las energías sirven?
En el pasado, la meta era que todos los colombianos contaran con electricidad. Pero ahora, el reto se ha hecho más grande y aparecen otros factores a contemplar como la salud, la biodiversidad, la calidad del aire. Con las cartas sobre la mesa, en el 2016 en el Acuerdo de París se establecieron los parámetros de lucha contra el cambio climático en los que la ‘transición energética’ es protagonista.
Ahora la prioridad es otra, si bien todavía dependemos de recursos fósiles, las energías limpias como el gas natural, solar, eólica y próximamente el hidrógeno, son las prioridades con las que se busca la tan anhelada transición justa y ordenada.
¿Qué la pone en riesgo?
Se podría decir que todo, desde las condiciones climáticas hasta las decisiones políticas. En los últimos años hemos aprendido mucho, la crisis Rusia – Ucrania, impactó principalmente en los precios del petróleo a nivel mundial, así como el suministro de crudo y gas natural a Europa. Esto no solo compromete el abastecimiento sino también la calidad de vida de las personas, tanto en el uso domiciliario como en asuntos de movilidad.
Mientras tanto, los países productores como Colombia que generan sus propios recursos energéticos e invierten en más proyectos alternativos, aguantan el duro golpe que significa este evento.
Paralelamente, también se mueven los factores climáticos y el referente sigue siendo Europa: durante el 2020 no solo la pandemia atacó, el invierno también hizo de las suyas en la región impidiendo que las energías eólicas y fotovoltaicas funcionaran efectivamente. El gas natural tuvo una participación importante para aguantar la demanda energética de algunos países en el viejo continente. Seguro que si la crisis entre Rusia y Ucrania hubiese coincidido con la recesión energética del 2020 la situación sería devastadora.
El panorama Europeo es aún más amplio con respecto al colombiano, aquí todo al respecto.
De esto debemos aprender, mantener nuestra soberanía energética, aumentar la investigación para diversificar nuestra matriz e implementar políticas de estado que generen estabilidad es primordial para garantizar el presente y futuro de los colombianos.