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Las reservas probadas de gas apenas alcanzan para seis años y la reposición es mínima. Con más importaciones y tarifas al alza, el riesgo de racionamiento energético crece desde 2026.
El círculo de la discordia: cada mes el país produce menos gas, importa más paga tarifas más caras y depende de infraestructuras que ya operan al límite. El palo en la rueda es que la falta de estabilidad, orden y precios razonables pondrían la transición energética al fondo de la cola de las prioridades.
Según el más reciente informe del Grupo Cibest (Bancolombia), se confirma lo que la industria viene insinuando desde hace una década, cuando era un “riesgo a futuro” y hoy es un escenario vivo, y que apenas se congeló hasta 2028 sin desaparecer.
La producción nacional cayó 15,8 % en 2025 y llegó a su punto más bajo en más de diez años. El país produce en promedio 795 giga pies cúbicos por día, insuficientes para cubrir la demanda de hogares, industrias, transporte y generación eléctrica.
Según el análisis, la caída abrió un hueco que solo se ha podido tapar con más importaciones. En 2025, casi una quinta parte del gas que se consume viene de afuera. Hace solo tres años, esa participación era casi simbólica. Hoy es un salvavidas que, paradójicamente, encarece las tarifas porque el gas importado cuesta más. En meses como marzo, el gas traído por el terminal SPEC superó los USD 17 por MBTU, mientras el nacional rondó los siete.
El golpe se ve en la factura: la tarifa promedio pasó de COP 2.124 por metro cúbico en 2021 a COP 2.900 en 2025. Y en 2026 se proyecta un aumento adicional del diez por ciento.
Las reservas se están agotando y el ritmo de reposición es dramático
Colombia tiene reservas probadas para menos de seis años. En 2013 tenía para más del doble. La tendencia es que cada año se extrae más gas del que se incorpora. Y no es un fenómeno reciente. En la última década, el país consumió 4.268 giga pies cúbicos, pero solo logró reponer 824. Esa brecha explica por qué el reloj de arena no deja de caer.
En un informe pasado, las cifras de Fedesarrollo coinciden en que el desbalance actual no cayó del cielo: las reservas han caído 64 % en 11 años, de 5.727 GPC en 2012 a 2.373 en 2023.
El centro de pensamiento habla de una “combinación de políticas públicas pasadas y actuales” que elevaron los costos de exploración, frenaron la inversión y trabaron proyectos críticos con más trámites que ingeniería. A esto suma un fenómeno: “el 1 de diciembre, tras 45 años, Colombia perdió su autosuficiencia para cubrir la demanda esencial de gas natural”, justo cuando se aceleró la caída de reservas y aumentó la dependencia de importaciones más costosas.
La gran esperanza es el proyecto Sirius, considerado el hallazgo más importante en treinta años. Tendría potencial para cubrir casi la mitad de la demanda nacional por una década completa, pero, advierte el informe, no entrará en operación antes de 2029 o 2030. Además, aún no se sabe si su costo de producción será competitivo. Algunas estimaciones lo ubican entre USD 9 y USD 12 por MBTU, una cifra alta para una economía que necesita precios estables y energía accesible.
En paralelo avanzan dos regasificadoras, una de Ecopetrol en Coveñas y otra de TGI en Ballena. Ambas buscan asegurar más oferta importada.
La Costa salva al país… pero no para siempre
La mayor parte de la producción está en el interior del país, pero no alcanza para cubrir la demanda. Desde 2025, el Caribe se convirtió en la región que literalmente evita un desabastecimiento. Sin esa oferta, el déficit habría llegado en febrero de este año; gracias a ella, se aplazó a 2028. Y lo peor es que el problema sigue creciendo.
La infraestructura de transporte es otro cuello de botella. El sistema entre la costa y el interior apenas permite mover 66 millones de pies cúbicos por día, una cifra que aumentará a 100 en diciembre y a 170 en 2027.
Fedesarrollo, por su parte, va más allá de las proyecciones de la industria y advierte un riesgo doble que no se veía desde 1994: un desabastecimiento simultáneo de electricidad y gas. Según el tanque de pensamiento, si no entran nuevos proyectos o importaciones adicionales, el país podría enfrentar racionamientos desde 2026 en escenarios de sequía severa, justo cuando aumenta el peso de la generación térmica y disminuye la producción del interior.
Demanda estable, industria en retroceso y una térmica que evita apagones
Según el informe de Cibest, entre enero y septiembre de 2025, la demanda de gas fue de 946 GBTUD. La industria, que es la columna vertebral del consumo no térmico, cayó de 314 a 269 GBTUD en seis años.
La generación térmica, por su parte, volvió a demostrar su rol en épocas de sequía. En 2024 llegó a su máximo consumo en una década y evitó un apagón en medio del fenómeno de El Niño. Todo indica que seguirá siendo el respaldo del sistema eléctrico.
Precios al alza
Los contratos de gas han duplicado su precio desde 2021, especialmente para la industria y el sector vehicular. El mercado secundario es aún más volátil, con picos que superan los USD 13 por MBTU.
El riesgo es doble. Por un lado, la tarifa seguirá subiendo. Por otro, sectores productivos podrían migrar a combustibles más contaminantes y baratos, como el carbón, rompiendo los objetivos ambientales y encareciendo la transición energética.
Las recomendaciones frente al problema del gas
La respuesta, está claro, no viene de una sola vía, sino de un conjunto de acciones coordinadas:
- Más oferta propia, acelerando proyectos onshore y offshore.
- Infraestructura de transporte capaz de llevar el gas desde donde está hacia donde se necesita.
- Una política energética coherente que dé señales claras a las empresas y a los hogares.
- Contratos de largo plazo que reduzcan la exposición a precios internacionales.
- Integración real entre gas y energías renovables, para que el gas actúe como respaldo y no como debilidad.
El gas sigue siendo más barato que la electricidad, la gasolina o el diésel, pero esa ventaja se está estrechando.
El golpe no sería solo energético. Fedesarrollo calcula que, si la mitad del gas proviene de importaciones, los subsidios para estratos 1 y 2 aumentarían en al menos 360.000 millones anuales. Si la canasta fuera 100 % importada, el costo fiscal podría duplicarse.
Los subsidios crecieron 642 % en dos décadas, mientras los aportes de estratos altos avanzaron mucho más lento.
Si el país sigue sin hacer la tarea de la disciplina en la búsqueda de proyectos, estabilidad jurídica y una política e integración clara, el gas pondrá un freno a la transición al tiempo que aprieta el bolsillo de los colombianos.
Fuente: ElEspectador








