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Los últimos episodios de cortes y restricciones han puesto en evidencia la renovada capacidad de la energía para incidir en el orden internacional y la necesidad de estrategias colectivas para garantizar la estabilidad
El corte abrupto del suministro de gas ruso a Europa tras la invasión de Ucrania en 2022 y las restricciones de China a la exportación de minerales críticos devolvieron a la energía su función de herramienta de presión geopolítica. Esta dinámica, que sorprendió a gobiernos y mercados habituados a cierta estabilidad, generó crisis inmediatas, con alzas de precios y escasez de insumos clave. Al mismo tiempo, resurgió la preocupación mundial por la seguridad energética en un contexto donde la transición hacia fuentes limpias introduce nuevas vulnerabilidades, destaca Foreign Affairs.
La energía como instrumento de poder histórico
Durante el siglo XX, la energía desempeñó un papel central en la política exterior y la estrategia militar de las principales potencias. En la Primera Guerra Mundial, el bloqueo británico del petróleo contribuyó al colapso alemán; en la Segunda Guerra Mundial, la escasez de acceso nazi al petróleo del Cáucaso fue decisiva en su derrota. El embargo petrolero árabe de 1973, que triplicó el precio de la gasolina en Estados Unidos, demostró el poder de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), aunque también provocó estancamiento económico y endeudamiento en países en desarrollo, sin alcanzar sus objetivos políticos.
Mecanismos de defensa y exceso de confianza
Tras estos hechos, países consumidores y productores implementaron mecanismos destinados a reducir su vulnerabilidad ante la coerción energética. La creación de la Agencia Internacional de Energía (AIE) en 1974 y la formación de reservas estratégicas, junto con la liberalización de los mercados petroleros, sirvieron para mitigar el impacto de las interrupciones de suministro. El final de la Guerra Fría y la integración de China en la Organización Mundial del Comercio en 2001 impulsaron inversiones globales en infraestructura energética. El auge del gas natural licuado y la diversificación de proveedores reforzaron la confianza en el funcionamiento de los mercados, lo que generó una peligrosa complacencia sobre la seguridad energética.
Foreign Affairs ya advertía que ese entorno podía ser ilusorio, pues el comercio internacional y la interdependencia suelen ocultar vulnerabilidades sistémicas que resurgen ante cambios geopolíticos bruscos.
El resurgimiento de la coerción energética
Nuevos riesgos en la transición energética
La transición hacia energías limpias ha sumado riesgos a la tradicional dimensión geopolítica de la energía. El aumento de la demanda de electricidad por centros de datos, vehículos eléctricos y sistemas de climatización incrementará su participación en el consumo energético mundial del 20% actual al 25% en 2035, estimó la AIE. Aunque la generación eléctrica doméstica podría reducir la dependencia de importaciones, la creciente interconexión de redes y el comercio transfronterizo introducen nuevas vulnerabilidades: los países importadores carecen de alternativas inmediatas y la electricidad es difícil de almacenar como reserva estratégica.
Minerales críticos y concentración de poder
El principal desafío reside en la fuerte concentración de la producción y procesamiento de minerales críticos necesarios para la transición energética. China lidera la producción de 19 de los 20 minerales considerados esenciales y controla más del 70% de la capacidad mundial de refinado. Otros países, como Indonesia (níquel), la República Democrática del Congo (cobalto) y Rusia (uranio enriquecido), también ocupan posiciones de relevancia. La producción manufacturera de paneles solares, turbinas eólicas y baterías está igualmente dominada por China, que concentra más del 80% de la capacidad solar y hasta el 95% de la producción de ánodos para baterías. Ejemplos recientes, como la suspensión de exportaciones de tierras raras a Japón en 2010 y las restricciones de grafito y otros minerales entre 2024 y 2025, provocaron subas de precios y el cierre de plantas en Estados Unidos, incluso en Ford Motor Company, evidenciando el potencial coercitivo de estas medidas. Foreign Affairs subraya que esta concentración dificulta cualquier intento de diversificación y multiplica los riesgos de interrupción.
Vulnerabilidades en la infraestructura eléctrica
La infraestructura eléctrica se ha convertido en un objetivo estratégico. En 2024, el FBI alertó sobre infiltraciones de hackers patrocinados por el Estado chino en redes críticas estadounidenses. Esta situación puso de manifiesto la vulnerabilidad de las redes eléctricas frente a ataques capaces de causar daños económicos significativos, sobre todo en industrias de alta tecnología, como la manufactura avanzada y la inteligencia artificial.
Estrategias para la seguridad energética
Según Foreign Affairs, la respuesta política debe ir más allá de la simple producción interna de energía. La seguridad energética exige reducir la exposición a riesgos derivados de suministros volátiles, robustecer infraestructuras, diversificar cadenas de suministro y elevar la eficiencia. La autosuficiencia absoluta es, según la publicación, “un mito”, ya que incluso los países autosuficientes, como Estados Unidos, son susceptibles a la volatilidad global. Para disminuir riesgos, los gobiernos deberían invertir en refinado y procesamiento de minerales, impulsar la producción doméstica de tecnologías limpias y reforzar reservas estratégicas, tanto de minerales como de gas natural. La intervención estatal, aunque necesaria para reducir la exposición a la coerción, plantea riesgos que deben ser atenuados mediante salvaguardias que eviten interferencias políticas o ideológicas en las decisiones empresariales.
Foreign Affairs insiste en que la cooperación internacional es fundamental para crear reglas comunes que estabilicen mercados, faciliten el intercambio de información y coordinen reservas estratégicas, lo que reduciría la vulnerabilidad colectiva ante presiones coordinadas o eventos imprevistos.
Hacia un futuro energético más seguro
La mayor concentración de suministros energéticos y de minerales críticos, junto con la fragmentación de los mercados, incrementa la probabilidad de que la energía se utilice como herramienta de presión. Para mitigar estos riesgos, harán falta inversiones significativas en infraestructura resiliente y fuentes de energía seguras, lo que probablemente implicará costos más elevados y una mayor intervención estatal. Estas políticas, en un giro paradójico, pueden acelerar la adopción de energías limpias, ya que la seguridad energética se consolida como un incentivo tan poderoso como el cambio climático para la diversificación y robustecimiento de las cadenas de suministro.
El desafío de la seguridad energética puede, en última instancia, fortalecer la transición hacia fuentes limpias y la reducción del consumo de combustibles fósiles, estimulando nuevas inversiones y estrategias orientadas a forjar un futuro menos expuesto a la coerción internacional, un objetivo reiteradamente planteado en las páginas de Foreign Affairs.
Fuente: Infobae








