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El invierno europeo se acerca y la dependencia energética está pasando cuenta de cobro a los países del viejo continente que desde hace años se inclinaron por trabajar por la implementación de energías renovables sin incluir recursos de respaldo, como el gas natural, en el desarrollo de su matriz energética.
El resultado de varios años de decisiones en las que se ignoraron los beneficios del gas natural en el contexto de transición energética y el poder brindado a Rusia de convertirse en el principal proveedor de gas a Europa, se ven reflejadas en las resientes tensiones políticas, los elevados precios internacionales del gas y las necesidades de volver a utilizar recursos de altas emisiones como la leña o el carbón en caso de que las energías renovables vuelvan a fallar como pasó en el invierno del 2021.
El pasado 2 de septiembre, los mercados del gas abrieron con precios que sobrepasaron los USD $2900 por cada mil metros cúbicos y USD $284 por megavatio-hora (MWh); todo esto a causa de una medida que se veía venir, el cierre indefinido del gasoducto Nord Stream que suministra gas ruso a Alemania, un momento poco pertinente en el que los demás países buscaban llenar sus reservas para soportar el invierno y librarse de repetir la pasada crisis energética.
Ante este suceso, nos quedan grandes aprendizajes que no solo nos llevan a entender al comercio energético como una posible arma geopolítica, sino la necesidad global de construir estructuras fuertes y soberanas frente al suministro de energías, especialmente el gas natural.
Lamentablemente, esta crisis no se quedó al otro lado del Mar Atlántico, la cadena de resultados frente el alza de los precios y el nuevo entendimiento de los recursos energéticos se ha esparcido a nivel global y varios países productores como Colombia, Brasil o Argentina, hemos salido relativamente favorecidos, por las tarifas que valorizan la exportación del gas natural. Por otro lado, otras naciones dependientes de la importación de esta energía limpia enfrentan realidades en las que se ve comprometido el bienestar social y los avances hacia la transición energética.
En Colombia tenemos un compromiso importante por alcanzar una transición integral de forma justa y ordenada en la que, por medio de energías limpias como el gas natural, dignificamos la vida de más de 10,5 millones de hogares colombianos, apostamos por una mejor calidad del aire a través de la movilidad sostenible y paralelamente trabajamos en el desarrollo de recursos de cero emisiones como el hidrógeno verde y azul.
Todos estos beneficios se dan gracias a las apuestas por una soberanía energética que nos permite regular el precio de los mercados internos haciendo del gas natural una energía que trabaja en pro de la innovación para alcanzar la carbono neutralidad y asequible para más de 20 millones de usuarios de estratos 1 y 2.
Si algo nos ha dejado el contexto europeo es la necesidad de proteger la soberanía energética, nuestra autonomía para aumentar reservas, desarrollar proyectos de exploración, la capacidad de innovar en tecnologías para el futuro y trazar rutas de sostenibilidad hacia una transición energética con garantías para los colombianos.