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Solo en la mitad del presente año, 43.000 millones de dólares han ido destinados a proyectos de petróleo y gas
Aunque a muchos les pese, la demanda mundial de combustibles fósiles continúa en aumento. En esta tendencia, África está comenzando a verse como uno de los “puntos calientes” para cubrir esa demanda creciente. La importancia del continente se acrecienta debido principalmente al impulso que los gobiernos africanos están realizando para revitalizar el sector del petróleo y el gas, a las nuevas alianzas geopolíticas y al aumento del consumo de energía en regiones tan pobladas como India. Por ejemplo, tras dejar de consumir petróleo ruso debido a las continuas presiones y sanciones, India duplicó el consumo de petróleo y gas africano a inicios de este año.
El potencial que tiene África es ingente, y se encuentra presente a lo largo y ancho del continente. Se estima que África occidental, liderada por Nigeria y Angola, represente más de la mitad del gasto en CAPEX para todo el continente hasta 2030.
Países como Argelia, Libia y Egipto también van a representar en torno al 35 % de este gasto. Adicionalmente, las recientes reservas encontradas en Namibia o el alto desarrollo que está experimentando el Gas Natural Licuado (GNL) en países como Senegal, Tanzania o Mozambique hacen que, muy probablemente, África se convierta en un punto neurálgico del abastecimiento energético a nivel mundial.
El GNL, especialmente, está marcando cierta tendencia alcista gracias a las colaboraciones entre compañías petroleras nacionales y grandes compañías internacionales que pueden aportar capital y know-how al proyecto.
Este crecimiento en el petróleo y el gas puede verse frenado por la transformación verde que se está llevando a cabo con fuerza en el resto del mundo. Si bien es cierto que el mundo gira hacia otra dirección, no se le puede prohibir a todo un continente explotar sus recursos naturales.
Grandes inversiones
Solo en la mitad del presente año, 43.000 millones de dólares han ido destinados a proyectos de petróleo y gas. Una declaración de intenciones sin precedentes protagonizada por un continente que quiere industrializar su futuro a través de los combustibles fósiles. Prueba de ello es el recién creado African Energy Bank (AEB). Con el fin de redirigir las inversiones hacia el sector energético, este banco se ha creado debido al escaso financiamiento que reciben los proyectos de petróleo y gas en el continente.
El abandono financiero por parte de instituciones internacionales puede deberse a las políticas ESG o a la incertidumbre política y económica de la región, que en muchas ocasiones dificulta la inversión en la zona.
Estas circunstancias, añadidas a problemas como robos de petróleo o sabotaje de oleoductos, hacen que la situación todavía no sea la esperada en términos de crecimiento rápido e inversión. Unido a ello, la mala situación se agrava por marcos regulatorios débiles, falta de infraestructura y cambios en la política. Esto advierte de que solo tener recursos naturales no es suficiente para poder extraer rentabilidad y bienestar para la región. Un cambio en términos de gobernanza se ve especialmente necesario en estas circunstancias.
A pesar de estos problemas, se comienza a ver cierto apetito inversor por el sector energético en África. Se están utilizando diversas estrategias financieras que pueden atraer el clamor de los inversores: Oferta Pública de Adquisición (OPA) por parte de compañías nacionalizadas, joint ventures con compañías internacionales, o la emisión de bonos para aumentar la credibilidad y atraer más capital. Nigeria y Angola son ejemplo de ello, pues sus dos compañías nacionales han realizado una OPA, favoreciendo el compromiso por la modernización y la transparencia.
Prueba de ese aumento de confianza son también los 110.000 millones de dólares que los Emiratos Árabes Unidos (EAU) han invertido en la región entre 2019 y 2023. La entrada de ese capital en Mozambique (cuenca de Rovuma), es un claro ejemplo de esta estrategia.
A decir verdad, hay un sinfín de iniciativas e inversiones que ahora mismo se están llevando a cabo en el continente africano. Nigeria está presentando cifras récord de descubrimientos gracias a las inversiones millonarias de compañías como TotalEnergies y Shell. Angola está desarrollando megaproyectos enfocados en plataformas offshore. Senegal y Mauritania se postulan como productores netos de GNL. Namibia, con su Orange Basin, está siendo uno de los puntos más calientes del continente, con el objetivo de comenzar la producción en 2029.
Al norte de la región, Egipto está impulsando también su producción offshore gracias a inversiones por parte de compañías como bp, Eni o ExxonMobil. Libia ha lanzado su primera licitación en más de 17 años, debido a los conflictos en la zona. Guinea Ecuatorial está tratando de incentivar las inversiones al máximo a través del recorte masivo de impuestos para atraer nuevos inversores. Claramente, en esta ocasión, África va “todos a una” con el objetivo de convertir a la región en un enclave fundamental dentro del comercio energético mundial.
Cortejo a los combustibles fósiles de África
Esta explosión en términos de inversión y colaboración con compañías internacionales nos deja una pregunta clara: ¿está siendo Occidente consecuente con sus objetivos “verdes”? Mientras que la transición energética está en boca de todos los países occidentales (especialmente Europa), seguimos consumiendo combustibles fósiles.
Esta necesidad de energía convencional hace que África esté siendo cortejada e impulsada, en cierta forma, por el mundo occidental para elaborar una especie de “desarrollo sostenible” conjunto. Nada más lejos de la realidad: volvemos a tener un ejemplo más de la alta hipocresía que las regiones occidentales transmiten cuando hablan de transición energética con el fin de prohibir la energía convencional.
Y en este punto, como tantos otros a lo largo de la historia, África tiene que preguntarse: ¿estamos construyendo prosperidad y riqueza para nuestro país, o vamos a volver a ser una colonia de explotación y abuso a merced de los países occidentales?
África debe desarrollarse de manera libre y equitativa. La transición energética, con la que muchos se llenan la boca y se vanaglorian por lanzar regulaciones y leyes “sin ton ni son”, no deja de ser una quimera más para seguir explotando por debajo de la mesa aquellas regiones que son ricas en recursos. África debe modernizarse y hacer crecer su economía y su infraestructura.
En ningún caso los organismos internacionales pueden prohibir la explotación de sus recursos, teniendo en cuenta que el mundo occidental es el qué es debido a la explotación de petróleo y gas durante siglos. África no debe ser utilizada; debe formar parte lícitamente del comercio internacional de crudo, como tantos países alrededor del globo. No hay tiempo para las diplomacias. África debe exigir, jamás pedir permiso.
Antonio García Amate trabaja en el Departamento de Economía y Empresa en la Universidad Pública de Navarra.
Fuente: Elperiodicodelaenergia